A bit of nothing

Una semana y media desde que comenzaron las clases en el instituto de nuevo. Al final mi horario quedó como quería y como pilón por parte del universo, me dieron uno de los niveles básicos. Como buena drama queen que soy, entré en pánico el primer día. Llevo cuatro años dando niveles intermedios y avanzados y me preocupaba no saber qué hacer, pero las cosas no han ido tan mal. A veces olvido que son principiantes y los aterrorizo hablando más rápido y de manera más complicada, pero estarán bien. Dar niveles básicos me quita un poco de presión a la hora de planear la lección y una vez que entre en calor, me sentiré más relajada, lo sé. Ahora salgo más temprano, pero como el autobús me roba una preciosa hora, me quedo en la escuela hasta las seis para esperar un aventón. A veces aprovecho el tiempo para practicar mi francés o para adelantar trabajo, hoy lo utilizo para escribir por aquí.

No me he acostumbrado a levantarme temprano, había después de todo, una razón por la cual trabajaba por la tarde, pero dicen por ahí que toma 21 días habituarse a algo. Menos de dos semanas desde ahora, entonces y con suerte dejaré de sentirme tan cansada todo el tiempo.

Hay una no tan extraña sensación que comienza a apoderarse de mi cuello y que me mantuvo despierta un poquito más de la cuenta anoche. Una que no extrañaba en lo absoluto. Intento atrasarla, sacar lo poco que hay de Scarlett O'Hara en mí y decir: "mañana, pensaré en ello mañana". Y sí, lo postergaré lo más que pueda, porque no quiero, porque no tengo ganas, porque aún hay mucho de qué ocuparse como para volver la vista atrás y ocuparse de lo que sea que no quedó del todo resuelto. Me siento un poco culpable de ser tan críptica y de sentarme a escribir de naderías, pero bueno, me ayuda un poco ponerlo sobre papel, para de alguna manera, ir exorcizándolo poco a poco y también para recordarme que tarde o temprano hay ciclos que hay que cerrar.